Por Luis Carlos Samudio G.
Abogado – Docente – Mediador
La mediación familiar es un sistema pacifico de gestión que ayuda a resolver los conflictos matrimoniales entre los protagonistas de las controversias, sin la necesidad de llegar ante los tribunales de familia, además de ser un mecanismo idóneo de intervención para el tratamiento o transformación de conflictos familiares, que ayudan a la empatía, comprensión y paz espiritual de las problemáticas familiares.
Conceptualizamos la mediación como un método de gestión y de resolución de conflictos, que se desarrolla en un proceso de interacción humana, cargada de intereses contrapuestos e influenciada por las emociones en su mayoría “negativas” y los afectos de los implicados; donde un tercero neutral, a solicitud de las partes, mediante una negociación colaborativa, busca que sus diferencias sean replanteadas en términos pacíficos, a fin que los protagonistas, puedan tomar una decisión satisfactoria a la solución del conflicto.
Dentro de estas controversias que se genera en nuestra colectividad, la familia, como grupo social integrado, como célula básica de la sociedad, y concebida como un conjunto de personas entre las cuales existen vínculos jurídicos de carácter familiar, formado por el padre, la madre y los hijos que viven con ellos bajo su potestad.
Por lo tanto, es de suma importancia cuidar la relación entre padres e hijos, porque son siempre estos últimos, los más vulnerables y los que seguramente sufrirán más con la ruptura del lazo familiar. Por lo cual, los padres deben saber y estar claros, que, si bien se están separando o divorciando, van a seguir siendo el padre o la madre de sus hijos por el resto de sus vidas, pues el vínculo sanguíneo, biológico y legal nunca dejara de ser.
La finalidad de la mediación reside no solo resolver los conflictos, sino también prevenir y disminuir aquellas disputas originadas en el seno de la familia, de la conflictividad que surge a partir de la decisión de separación de dos cónyuges, donde no solo está en juego su relación, sino el bienestar de la sociedad conyugal.
Por consiguiente, señalamos que en el proceso de divorcio la sentencia como tal no garantiza que no se desarrollen más controversias con relación a la custodia de los hijos, alimentos, patria potestad, adecuado y sano relacionamiento con los padres y los hijos menores de edad, etc., sin embargo, pone en duda la eficacia del derecho, toda vez, que al darle solución al conflicto principal descuida otros aspectos emocionales, pecuniarios, generando nuevas argumentaciones.
Por otro lado, resulta importante destacar la calidad de la comunicación entre las partes, toda vez que mal llevada, puede profundizar el deterioro de estas relaciones, y ante esto se debe trabajar entre todos los actores de forma conjunta en la gestión del conflicto, siendo entonces la comunicación, una principal herramienta del ser humano para vincularse.
Aunado a lo anterior, es importante que las partes se escuchen y puedan expresar cuáles son sus intereses y necesidades, sus miedos, condicionantes y puedan comunicarlos, dándolos a conocer a la otra parte, generando confianza entre ellos, legitimándose, valorando la viabilidad de las distintas alternativas que planteen los protagonistas.
Por último, es un clamor la implementación de la Ley de Mediación de Familiar en nuestro país, como un método alternativo al proceso judicial, además, abarque todas las connotaciones que vive nuestra sociedad ante la ruptura matrimonial que sobreviene, trayendo consigo durante el proceso de ruptura, una etapa dolorosa y conflictiva entendida como duelo, generando una crisis personal, que conlleva a los padres a un proceso de transformación personal, familiar y social, que afecta no sólo al padre y a la madre sino al entorno familiar.
Juntos trabajemos a favor de paz y la convivencia pacífica